La leyenda del Sol y la Luna es una historia antigua que durante milenios ha sido transmitida como tradición ancestral, protagonizada por las dos grandes luminarias, que por lo general hacen referencia al comportamiento humano, los valores que se ven reflejados en la sabia naturaleza, para mostrarnos enseñanzas sobre la vida, el amor y la esencia divina. La Leyenda de el Sol y la Luna expresa la idea de un equilibrio perfecto dentro y fuera de nosotros.
Introducción
Todos los lugares tienen sus creencias, su legado de leyendas y mitos que incrementan su tradición cultural, narraciones que se vuelven representativas del pasado lejano, antiguo y misterioso, que tienen conexión con nuestro presente y más aún con nuestro futuro.
Como parte del acervo histórico Mexicano nos encontramos una leyenda fascinante, que pertenece a un grupo increíble de relatos que siempre tienen una lección, una enseñanza importante que se transmite de ancestros milenarios a un pueblo ávido de una herencia que con orgullo les sirve como apoyo y guía.
Los mitos que encontramos en la cultura Mexicana datan de tiempos prehispánicos, es decir, que existían en estas tierras antes de que se produjera la colonización por parte de los Españoles, en el año 1492.
Esta riquísima etapa de la historia Mexicana se inicia con las primeras poblaciones en el territorio, la cual extendió su dominio exclusivo hasta que llegaron los europeos y quisieron establecer sus leyes, costumbres y tradiciones sobre las que tenían los pueblos que conquistaban. No obstante el legado cultural ha prevalecido en el tiempo, como una muestra de la fuerza de los pueblos originarios.
Durante unos 3000 años se establecieron en distintas regiones de México y de la América central civilizaciones prehispánicas importantes, que nos hablan de guerreros fuertes y valientes, dignos representantes de nuestra raza, que cuidaban de su pueblo mediante historias narradas con la intención de orientarlo por el camino correcto.
Entre las civilizaciones que más dejaron huella en la cultura prehispánica destacan la Maya y la Azteca, pueblos que aún en nuestros días conservan la herencia que dejaron impresa en tesoros arqueológicos y tradiciones orales que han llegado hasta nosotros como un fuerte reflejo de su fuerza cultural. Además del legado Maya y Azteca, encontramos mitos y leyendas de los Olmecas, Toltecas, Zapotecas, Teotihuacana, Mixteca y Totonaca.
Definitivamente, la rica y variada cultura prehispánica nos habla de la vida y los aspectos tradicionales que tenían los pueblos de la zona antes de la llegada de los Españoles, muestra de esta herencia son las obras de arte que han sido encontradas, así como también las descripciones de los rituales, las construcciones y asentamientos prehispánicos que han dejado en claro lo avanzado de los conocimientos que tenían los pueblos antes de la llegada de los Europeos a nuestro continente.
Leyendas de México
Alrededor del mundo, desde el principio de los tiempos, los pueblos han escuchado a través del tiempo, leyendas que alimentan la inocencia de su alma, relatos antiguos que han sido encontrados en documentos antiguos o en referencias a historias que se escuchaban de generación en generación, en antiguos códices que contenían datos de relevancia cultural y religiosa, misterios y rituales esotéricos que yacían ocultos, prevalecieron en el tiempo y que ahora claman por atención y reflexión.
Escondidos entre las historias, las leyendas y los mitos, encontramos a seres fantásticos, de naturaleza noble e increíble, con personajes en los cuales se mezclan hombres, animales, Dioses, elementos de la naturaleza que se muestran conscientes y sus muchas combinaciones entre sí, todos ellos con su toque de mística espiritualidad, con poderes específicos y carácter único.
Las leyendas y mitos provenientes de los antiguos pobladores del Anáhuac, son interesantes, increíbles e intensas, se trata de relatos de hechos insólitos que nos hacen cuestionar si de verdad sucedieron, algunos por los elementos místicos en ellos, que los hacen sobrenaturales, y otros violentos, sombríos y oscuros rodeados de un misterio que impresiona y atemoriza.
Simbología
En la mayoría de las culturas alrededor del mundo, el Sol representa la energía masculina, su luz y su intenso calor, son necesarios para que florezca y se mantenga la vida tal y como la conocemos.
El astro rey es adorado por su poder cósmico, superior al de cualquier estrella conocida, del cual emana fuerza vital que permite que la vida crezca y se desarrolle justo como debe.
El sol es una fuente continua de vitalidad, calor, pasión y juventud; si se toma en sentido figurativo, hace referencia a la iluminación espiritual que debemos tener siempre como una constante en nuestras vidas.
Su recorrido diario representa el ciclo fundamental de todo ser vivo, el nacimiento, la muerte y la resurrección posterior. El poderío del Sol es el centro de la creación, tiene la capacidad de volver a la vida a muchos personajes legendarios como fuente de resurrección, brindando un nuevo comienzo.
La luna, por otro lado, es el símbolo indiscutible del misterio en la creación, se asocia con la esencia femenina, la fecundidad y la creación.
Es la reina indiscutible del cielo, la que nos recuerda la protección natural y el aspecto espiritual, el conocimiento interior y la intuición. Es el único testigo que desde el cielo se considera como el ojo de la noche, que ve todo lo que se hace en la oscuridad.
La combinación de ambos símbolos nos hace evocar a los dos polos opuestos que suele haber en todas las cosas del universo conocido, en lo cual es necesario encontrar un equilibrio cósmico que cree la armonía que es requerida para la paz en el ser humano.
Si el Sol y la Luna encuentran estabilidad, la balanza se equilibra, y el ser humano logra integrarse con sutileza en la creación divina.
Finalmente podemos decir que en este binomio perfecto del Sol y la luna, el astro Rey toma un papel activo representando el agente que todos debemos tener en la vida; la luna por su parte, tiene una personalidad pasiva que alude a nuestra parte que se deja llevar y deja en segundo plano sus propias acciones.
Leyenda del Sol y la Luna
La leyenda del Sol y la Luna cuenta la historia de que en tiempos ancestrales, al inicio de nuestro mundo, la tierra estaba sumergida en una oscuridad total, en una noche continua. Los Dioses se reunieron y desde el cielo observaron las tinieblas, así que decidieron que la humanidad debía tener luz.
Los más poderosos fueron hasta Teotihuacán, una ciudad que estaba en los confines del cielo y que tenía su reflejo en la tierra que tenía el mismo nombre, y comenzaron a preguntarse quién aceptaba con nobleza y gallardía la tarea de iluminar el mundo.
Ante tal requerimiento, salió al paso un orgulloso y engreído guerrero, llamado Tecciztécatl quien se declaró dispuesto a realizar con hidalguía la inmensa tarea. Pero se necesitaba otro candidato, el cual a falta de voluntarios fue designado por los Dioses, un hombre humilde y enfermo, llamado Nanahuatzin.
Los Dioses encendieron el horno divino, los dos aspirantes deben consagrarse en un retiro espiritual durante 4 días, donde realizaban ceremonias y ritos específicos para completar su preparación para realizar la tarea encomendada.
Ellos beben realizar ofrendas de acuerdo a su criterio y posibilidades; las que entregaba el contendiente que era rico y poderoso, eran ostentosas, causan admiración en todo sentido. Las del aspirante humilde por otro lado eran igualmente humildes y sencillas por los cuatro costados.
Pero había un detalle que no se notaba a simple vista, las ofrendas fantasiosas eran solo eso, engaños que parecían reales aunque falsos, en cambio las del otro eran auténticas y se había requerido cierta cuota de sacrificio para conseguirlas.
Al final de la prueba Tecciztécatl y Nanahuatzin, entregaron cada uno las ofrendas a su manera, los Dioses hicieron una formación y por el medio de ellos, los aspirantes debían correr y lanzarse a las llamas del fuego divino.
Por culpa de su falta de valor, Tecciztécatl no pudo completar el reto, a pesar de intentarlo varias veces no lograba completar el final del ritual; cuando fue el turno del humilde Nanahuatzin, con determinación, fuerza y valentía, se lanzó en el primer intento, ganando así el derecho a ser la luminaria de la tierra.
Las llamas disminuyeron un poco, y Tecciztécatl sintiendo vergüenza de su comportamiento, decidió finalmente lanzarse, le siguieron un águila y un jaguar, dando origen a la tradición en que los guerreros valientes son llamados “Águilas – jaguares”.
Luego de que sucediera esto, fue el momento de esperar, los Dioses permanecieron en silencio durante un largo momento, el más oscuro antes de la primera aurora. Poco a poco, el cielo se comenzó a iluminar, mientras Quetzalcóatl, Tótec, los Mimixcoa y todos los Dioses presenciaban el maravilloso espectáculo.
Después de una larga espera, se pudo ver en el cielo al valiente Nanauatzin ya convertido en el Sol, brillando e iluminando con su luz toda la superficie de la tierra, ante su luz todas las criaturas recibieron su calor y la resplandeciente vida que emana del astro rey.
Seguidamente, aparece Tecciztécatl, quien estaba convertido en forma de Luna; ambos brillaban casi con igual intensidad, lo cual causó preocupación entre los Dioses, no era conveniente que existieran dos luminarias que brillaran casi igual en el cielo, ya que confundirían al mundo y a sus criaturas.
La solución que encontraron los Dioses fue más sencilla de lo que podía pensarse, uno de ellos lanzó un conejo a Tecciztécatl, con la idea de opacar su luz. El plan funcionó, y el conejo disminuyó el brillo que emana la luna, quedando menos intenso que el Sol, convirtiéndose en la reina de la noche, para evitar que la humanidad quedara en la oscuridad absoluta.
Ahora se presenta otro problema, los Dioses observan con detenimiento que ni el Sol ni la Luna tienen fuerza para moverse por el cielo, están fijos en el firmamento, y solo permanecen allí quietos. Así que los Dioses harían sacrificios extraordinarios para cambiar esta situación adversa.
Planearon una estrategia para darle la fuerza necesaria al sol para que se moviera por el cielo y para que la luna le siguiera. Como parte imprescindible del plan, debían dar su propia vida; Ehécatl el poderoso Dios del viento tuvo el difícil trabajo de sacrificarlos uno por uno, para contribuir en darle fuerza vital al Sol.
El último en ofrecer su existencia fue Xólotl, quien no estaba muy convencido en este sacrificio extremo que tenía que hacer, así que intentó inútilmente huir de esta responsabilidad, en su intento para escapar de la muerte, se transformó en un tallo de maíz doble que tradicionalmente se le llama Xólotl, también en un agave doble al que se le da el nombre de Mexólotl y en un animal, específicamente en un batracio llamado Axólotl.
Después de que los Dioses entregaran su vida, el sol estaba todavía fijo en el cielo, inmóvil, como esperando. Así que al Dios Ehécatl, se le ocurrió otra idea, esta vez le tocaría a él hacer el máximo sacrificio, sopló con todas sus fuerzas, hasta que finalmente y luego de mucho esfuerzo, el Sol se movió, iniciando su lento camino a través del cielo.
Por su parte, la Luna se también se puso en movimiento, solo que después del sol e iba detrás de él, lenta y elegante llegando con su luz a lo que quedaba en penumbra cuando el sol se alejaba. Desde ese entonces, las dos luminarias del cielo van separadas en su recorrido.
Análisis de la Leyenda
Las creencias populares de la época precolombina presentes en la idiosincrasia cultural son intensas, interesantes y maravillosas. En la mente del colectivo se encuentran las leyendas, mitos y tradiciones que son transferidas de una generación a otra como una manera de conservar la identidad y la autenticidad que viene desde un pasado lejano pero vigente hoy en día.
En la “Leyenda del Sol y la Luna”, encontramos muchos elementos donde se hace referencia a los valores humanos que contribuyen a la formación de una persona íntegra, noble y digna de confianza. Particularmente, esta leyenda tiene la intención de comunicar que es más apreciado y contribuye más al buen entendimiento entre las personas, cuando se es de naturaleza humilde, sincera y sin malas intenciones; también nos habla de la valentía y de cumplir siempre con nuestra responsabilidad.
Tecciztécatl
Es una de las figuras más conocidas y honradas por los conocedores de las leyendas tradicionales precolombinas. El linaje de este Dios era impresionante, pues era un descendiente de los Dioses Tlaloc y Chalchiuhtlicue, tal vez por este motivo no estaba para nada conforme con ser el Dios de los caracoles y de los gusanos.
Pudo haber sido el Sol, pero como cuenta la leyenda, para salvar su integridad se dejó llevar por sus temores y cometió un acto de cobardía, fallando en la prueba final por falta de valor.
Este Dios simboliza la soberbia, ya que la personalidad de esta deidad tenía mucho ego, quería sobresalir en todo, utilizando su dones y riquezas para presentar ofrendas que por muy ostentosas que parecían, eran falsas y vacías en significado.
Tecciztécatl se tuvo que conformar con estar en el cielo como la luna, iluminando las noches, teniendo que desaparecer ante la imponente presencia del sol.
La enseñanza revelada en la descripción y participación de Tecciztécatl en la “Leyenda del Sol y la Luna”, es destacar lo mala que resulta la soberbia cuando impulsa las acciones de una persona, ya que este Dios era considerado secundario, en su interior había toda una fuente de inconformidad, que terminó por arruinar su propia vida.
Nanahuatzin
Nanahuatzin es un ser perteneciente a las deidades Mexicanas, descrito como un Dios con un aspecto muy diferente a los demás, pues tenía una característica muy visible, su piel presentaba una enfermedad no determinada, con signos que le daban la apariencia de una persona muy enferma.
El sufijo que tiene el nombre de este Dios (tzin), se utiliza para dar un toque de respeto al nombre, se decía que solía vivir en un refugio paradisíaco en mitad del mar. Nanahuantzin está asociado a la humildad, su acción de sacrificarse por el bien común al saltar a la hoguera realizada por los Dioses fue un acto de nobleza que resultó trascendental.
Su existencia fue difícil, su cuerpo estaba lleno de llagas, era enfermizo y deforme, algunas partes de su cuerpo estaban casi sin funcionar; debía aguantar que algunos de los Dioses le trataran como a un ser inferior, solamente por su apariencia.
Cuando se le propuso la opción de que participara para ofrecerse como sacrificio y ser parte de la creación divina, no lo dudó ni un segundo, mostrando en todo momento el valor, la determinación y la fuerza de voluntad para completar la sagrada tarea encomendada.
Cuando se lanzó a la hoguera sagrada, selló su destino convirtiéndose en la luz de la tierra, el soplo de vida que se necesitaba para que se desarrollara la vida en el mundo. En otra de las leyendas de México, ayudó a Quetzalcoatl a obtener los primeros granos de maíz, con los cuales se logró dar alimento a la raza humana.
En la “Leyenda del Sol y la Luna” se trata de fomentar el comportamiento humilde, exponiendo lo contraproducente que resulta la exhibición de un falso mérito; esta es la referencia directa cuando se describe en la leyenda el tipo de ofrenda de cada uno de los voluntarios para la creación del Sol.
Las ofrendas que lucían espléndidas y fastuosas, eran falsas, creaban una ilusión pasajera y vacía, por otro lado las que resultaron del fruto de desprendimiento, el verdadero sacrificio y la auténtica sencillez, eran las que en realidad valían la pena.
La leyenda nos expone abiertamente la práctica del ascetismo, lo cual significa un estilo de vida en el cual reina la austeridad, la renuncia a la comodidad y a los placeres materiales con el fin de encontrar el camino hacia la perfección del espíritu.
Según la leyenda, para los seres divinos y también para los seres humanos lo expuesto anteriormente es lo que tiene verdadero mérito, estas practicas consisten en ayuno y auto sacrificio durante todo el tiempo que el cuerpo pueda soportar, así lo hizo Nanahuatzin, pero él llegó un poco más allá, y coronó toda esa vida de dolor entregándose como ofrenda máxima a la humanidad.
La moraleja de la historia es que el Dios pobre pero con méritos innegables obtiene la gloria, mientras que al Dios rico y fastuoso no le queda más remedio que estar siempre con menor brillo que el primero, pues por más que lo intente la Luna nunca será tan brillante como el Sol.
El tema del ascetismo es muy marcado entre las historias tradicionales que datan desde la época precolombina, particularmente en la Leyenda del Sol y la Luna, va mucho más allá del glorificar el auto sacrificio, lo generaliza y lo expone como una condición necesaria para que se manifieste la verdadera divinidad del ser en beneficio de un colectivo.
Esto se refleja claramente cuando los Dioses voluntariamente dan la vida para que el sol obtenga la fuerza necesaria para moverse, mostrándolo como un ritual necesario para que el astro Rey ilumine al mundo fundamentado en la redención por la muerte de unos pocos.
El único de los Dioses que no aceptaba su trágico destino en función del beneficio para el mundo era Xólotl, quien no creía que su destino estuviera marcado de la misma manera que a los otros Dioses que sí se habían sacrificado voluntariamente, así como las estrellas que desaparecen ante el resplandor del sol en el repunte del alba.
El Dios Xólotl, era un ser misterioso, oscuro e indescifrable, sus acciones eran interpretadas de varias maneras, algunas veces era cuestionado por sus intenciones poco claras. Entre otras facultades, este Dios Azteca era considerado el poderoso protector de los monstruos, sobre todo de las dualidades que se presentan a veces en la naturaleza.
También era el patrono de los gemelos, los cuales eran vistos como seres anormales, a pesar de que el mismo Xólotl había nacido en simultáneo con su hermano gemelo Quetzalcóatl.
Cuando le tocó el turno para desaparecer y dar su fuerza vital al Sol naciente, este se apresuró a ocultarse, de manera increíble se convirtió a sí mismo en cosas tan extrañas como un batracio, solo por posponer o quizá evitar su desaparición del universo.
Esto puede relacionarse con la metáfora de la muerte tardía utilizada en la “Leyenda del Sol y la Luna” de la llamada estrella de la mañana, que ocurre de manera posterior a las de sus hermanas, las otras estrellas del firmamento, pues mientras que las otras ya se han apagado ella sigue visible por un momento más, prolongando su propia agonía.
La idea de estas historias es sembrar un precedente, las acciones que realizaban los Dioses debían ser conocidas por los seres humanos con la intención de que imitaran en su vida diaria los actos de valentía, humildad, amor, respeto y confianza que veían en las deidades.
Las civilizaciones ancestrales se dedicaban a justificar actos violentos de muerte y dolor, con fines sagrados, para realizar rituales y ceremonias, evocando guerras divinas que necesitaban de innumerables sacrificios humanos para que pudieran ser del agrado de las fuerzas universales y estas en recompensa por las ofrendas dadas, se comportaran de manera benéfica.
Un suceso representativo en la ceremonia de la creación del sol en la “Leyenda del Sol y la Luna” es que el águila y el jaguar, animales representativos de la fiereza del guerrero ancestral, se lanzaron a la hoguera sagrada preparada en la ceremonia por los Dioses, siguiendo a Nanahuatzin, en su acto de valentía, siendo impulsados por el acto de nobleza del guerrero.
Las sociedades de la época precolombina, estaban bajo el auspicio de estos míticos animales, quienes les dotaban de portentosas habilidades para que lograran hacer hazañas inimaginables y alcanzaran la victoria en cada batalla en las que participaran.
Asimismo cuando un niño venía al mundo, se le enseñaba desde muy pequeño que el objetivo principal de su existencia era que su energía y esencia vital llegara hasta el Sol y lo nutriera, que su cuerpo, la carne y la sangre en él fortalecería la tierra, tanto la propia como la de sus enemigos. Si este ciclo dejaba de cumplirse, si los sacrificios voluntarios que con orgullo y sincronía no se hacían fielmente, el sol perdería su fuerza y se detendría irremediablemente, llegando el fin del mundo.Contrariamente, el ser humano que con firme voluntad diera su vida de manera honrosa, sin tener pensamientos de duda ni miedo de lo que le sucedería, tendría asegurado su paso y permanencia en el paraíso, donde se convertiría en el compañero del Sol.
Es una de las lecciones finales que podemos encontrar en la “Leyenda del Sol y la Luna”, que los seres más valientes, con un corazón puro, humilde y con intenciones nobles, que dejan de pensar en sí mismos para integrarse a un plano superior, serían elevados sobre los otros mortales, hacia la verdadera existencia, en el plano espiritual, sacándolos del plano de la realidad que solo era un sueño fugaz.
Todo se resume a ser parte de una continua batalla entre el bien y el mal, donde las leyendas son guías sutiles del camino a recorrer para obtener la vida eterna de abundancia y privilegios ilimitados. La “Leyenda del Sol y la Luna” nos deja como enseñanza que las apariencias pueden engañar a quien solo se fija en ellas, y que por más sencilla que sea un alma, puede llegar a fascinar con su misterioso y emblemático encanto al universo entero que se ilumina con un alma humilde, valiente y noble.
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Actualizado el 6 mayo, 2024