Dioses toltecas

Todo sobre los dioses toltecas, conócelos aquí

Te invitamos a conocer a los principales dioses toltecas, forjadores de una fascinante mitología. Entérate aquí quienes son estas impresionantes deidades.

Dioses toltecas

Acerca de la civilización de los dioses toltecas

Esta civilización precolombina de los toltecas fue la que se desarrolló en el área mesoamericana entre aproximadamente el año 960 d. C. y se extendió hasta el 1200 d. C. en los siglos X y XII. Este fue el período que se denominó posclásico de la era precolombina.

Fue una civilización muy guerrera que se instaló en la región central del actual México y, por su gran poderío militar, logró extenderse rápidamente a otras zonas adyacentes, llegando a dominar toda la región. La mitología nórdica igualmente se caracterizaba por simbolizar a una civilización guerrera como la tolteca.

Lo que se consideró como nación tolteca fue una de la regiones con una de las civilizaciones más admirables del área de Mesoamérica, en la que se incluían diversos territorios de lo que es hoy América Central principalmente y que tuvo un importante impacto en la cultura que se forjó en la época pre azteca.

Fue tal su relevancia histórica, sobre todo en lo concerniente a sus creencias religiosas, que resultaban en muchos aspectos controversial y  que aún hoy es tema de discusión, incluso para los especialistas en la materia y para los mitólogos, en particular.

Dioses toltecas

Cada uno de estos importantes dioses toltecas representa un hito dentro del ámbito religioso, ya que cada uno tenía una peculiaridad distintiva, que lo llevaba a ser identificado como propio y venerado por un pueblo que los tomó como patrono de algún fenómeno natural o aspecto del mundo físico.

Es bien sabido que en muchas otras mitologías los fenómenos de la naturaleza son elementos primordiales para identificar a sus deidades, pero en los toltecas, estos adquirían una fuerza que se imponía de manera contundente y radical, tal como lo vemos, por ejemplo, en las deidades representativas de la Mitología griega.

Características de los dioses toltecas

Una de las principales características de los dioses toltecas es que surgieron de un pueblo que fue nómada por largo tiempo hasta que se asentaron en el centro del actual México, donde encontraron el hábitat apropiado para desarrollar su cultura y en donde implantaron una especie de monarquía con una gran y fuerte estructura militar. Ello significó una forma distinta de honrar a los dioses.

Un aspecto fundamental que llama la atención de las divinidades de los toltecas era que tenían una dualidad religiosa muy marcada. De hecho, era muy normal que se encontraran dioses que aparecían de dos formas de acuerdo con las circunstancias del momento.

Esa religión dualista en la que era normal que los dioses principales tuvieran su contraparte opuesta hacía posible que sus seguidores hicieran sus peticiones y ofrendas según lo que se requería en determinado momento ajustado a la faceta a la que se quería invocar del dios.

Así era posible que una deidad en ocasiones asumiera postura de bondad y amor, y de pronto, mostrara claros rasgos malévolos y de ensañamiento hacia algún mortal, hacia otro dios o hacia su entorno en general.

Dioses toltecas

Igualmente, se podría presentar con una figura femenina, pero de igual  modo se mostraba como un hombre en su apariencia y acciones. De allí que muchas leyendas se les mencione y se les reverencie como dioses opuestos.

Dentro de todas las religiones y culturas que se desarrollaron en el área mesoamericana, la mitología tolteca destaca como la máxima expresión de ser una cultura  marcadamente politeísta y que fue representativa del imperio tolteca.

Normalmente encontramos en los documentos de la gran mayoría de los mitólogos e investigadores en esta materia que aseveran que existieron unos 400 dioses toltecas a lo largo de su historia y para estas deidades realizaban diversos tipos de rituales y sacrificios tanto de animales como humanos, rindiéndole el debido tributo.

Muchos de ellos se perdieron en esa diversidad de divinidades y creencias, pero otros se fueron fusionando con los más populares por similitudes entre ellos.

Dioses toltecas

Cuando se trataba de aquellos dioses toltecas que eran venerados en pequeñas aldeas, estos perdían influencia a medida que los habitantes de la zona se iban multiplicando y diversificando, siendo absorbidos por otra deidad de mayor impacto en el pueblo, por lo que es muy poco lo que se ha podido rescatar, en cuanto a documentación se refiere, de su existencia.

Los dioses toltecas promovían la economía fundamentalmente agrícola de esa cultura, aun cuando sus artesanías eran igualmente muy bien mercadeadas en su entorno y en las culturas vecinas como la de los mayas.

De acuerdo con los estudiosos historiadores, la civilización tolteca estuvo muy relacionada con los mayas sobre todo en el ámbito religioso, así como también en lo relativo a aspectos del comercio, la política, las áreas sociales y las artes, disciplinas en las estos eran muy avanzados. Ello redundó, en cierta medida, en que muchas de las prácticas ceremoniales y rituales que se hacían a los dioses toltecas se modificaran y adoptaran nuevas formas de tributo.

A continuación se hará una sucinta descripción de los dioses toltecas que marcaron una tendencia dentro de esta cultura y que dejaron huella de su presencia en el mundo mitológico. Descubre aquí su fascinante historia.

Dioses toltecas

Principales dioses toltecas

Los dioses toltecas son los dignos representantes de una civilización, que mucho antes de la llegada de los aztecas, gozaban de la veneración de todo el pueblo mesoamericano, quienes los tenían como su medio de inspiración para la vida.

De ellos se tiene evidencia de una gran muestra del aporte cultural que dejaron como legado a través de templos, pirámides, esfinges, totems, etc., llegando a impactar de manera tan contundente tanto en su entorno inmediato, como en otros grupos sociales relevantes.

Quetzalcóatl, dios de la vida

Reconocido dentro del entorno mitológico tolteca como el dios de la vida, siendo considerado uno de los tres más importantes dioses toltecas junto con Tezcatlipoca y Tláloc.

Era también visto como el dios de la luz, la fertilidad y del conocimiento al que se le atribuían todo tipo de principios espirituales. Se le representaba como una serpiente emplumada, pues su nombre es una palabra compuesta en la que podemos identificar dos significados:

  • Quetzal, que significa “ave de hermoso plumaje” y que lo refiere a sus principios espirituales.
  • Coatl, que traduce “serpiente”, a la que se asocia su condición humana. También significa gemelo, pues se dice que era hermano gemelo y opuesto de Tezcatlipoca, dios del cielo y la tierra.

Quetzalcóatl

La leyenda cuenta que era el ser supremo entre las deidades por esa marcada dualidad con lo cual podía aportar distintos tipos y niveles de enseñanzas.

Algunos autores señalan que estas enseñanzas fueron recopiladas en ciertos documentos llamados Huehuetlantolli, que significa “antiguas palabras”, y que, en principio, se transmitieron vía oral y, posteriormente, por escrito por los primeros cronistas españoles.

Esa dualidad le es propia, ya que él mismo fue concebido desde esa misma condición, lo que le permitió el control sobre el origen y el fin de ella.

Para algunos Quetzalcóatl era un mito, pero para otros constituía más bien una leyenda, con las conocidas diferencias en cuanto a veracidad y ficción que cada condición implica, pero lo que sí es cierto es que ambos casos coinciden en que él marcaba el origen de la propia vida.

Se le consideraba la deidad suprema por ser el dios dador de la vida desde el principio de la creación y, además por ser la divinidad principal, pues de acuerdo con la leyenda de los dioses toltecas, fue él quien creó el quinto sol, que es en el que actualmente habita la humanidad.

Dioses toltecas

En virtud de ello, se hizo hombre y vivió entre los humanos por cierto tiempo, por lo que pudo dar y compartir con la humanidad los conocimientos propios de los dioses, así como el arte de las deidades.

Fue una época de armoniosa convivencia entre dioses y hombres, aun cuando Quetzalcóatl estaba en contra de los sacrificios que los mortales ofrecían a los dioses toltecas. Fue un dios amado por el pueblo, que lo tenía como su guía.

Sin embargo, según un mito, sucedió que, a causa de un brebaje que le hicieron tomar bajo engaño, unos hechiceros, que por envidia quisieron perjudicarlo, Quetzalcóatl perdió el control de su proceder y actuó mal.

El pueblo lo comenzó a repudiar y Quetzalcóatl, al ver que lo había defraudado, optó por abandonar el mundo terrenal, no sin antes dejarle como legado la sabiduría, con el deseo que la aplicaran con inteligencia.

Tezcatlipoca, dios del cielo y la tierra

Es un dios muy poderoso y omnipresente. Se le reconoce como el rey de las batallas y era considerado el lado oscuro de Quetzaltcoátl, pues, contra a éste que era dios de la vida, Tezcatlipoca era la muerte.

Ciertamente, se trataba de un dios que, igual que Quetzaltcoátl, a quien también se le refería como el Tezcatlipoca blanco, era considerado un dios supremo, resaltando que ser el lado oscuro por su carácter guerrero y maquiavélico, llegando a ser en ocasiones diabólico. Surgió así el que se le tildara de “espejo empañado”, por la poca transparencia de su actuar.

Tuvo participación en el episodio de la creación de la humanidad junto con Quetzaltcoátl. 

Es igualmente representado, igual que muchas otras divinidades, como una serpiente emplumada, con el distintivo de una especie de banda sobre su rostro y un espejo del que brotaba humo negro. De allí su nombre que estaba compuesto por los vocablos:

  • Tezcatl, que significa “negro”.
  • Poctli, que se traduce como “humo”, en este caso haciendo referencia al espejo humeante o espejo negro, que siempre llevaba consigo.

Dioses toltecas

Tenía la potestad de entrar en la mente de los mortales y saber sus pensamientos y deseos y en quienes podía hacer surgir la parte oscura y fría de su ser. Tezcatlipoca contaba con varias facultades que hacía valer para demostrar su poder. Estas fueron:

  • Mediante el espejo que le acompañaba podía conocer lo que pasaba por la mente del hombre.
  • Por su omnipresencia era un dios invisible, cualidad que lo hacía muy poderoso e impredecible, no en balde era señor del cielo y la tierra.
  • Practicaba la hechicería, pues era experto en la magia negra.
  • Aupaba en los humanos los sentimientos de envidia y codicia.
  • Enjuiciaba y tomaba su propia justicia sobre los hombres, por cualquier mal proceder, pudiendo ocasionarles incluso hasta la muerte.
  • Trabajaba siempre como un dios oscuro de noche, provocando tentaciones. Era lo que los cristianos llamarían un demonio o satanás.
  • Era una deidad que cambiaba de apariencia a su conveniencia para lograr engañar a su adversario.

Había una rivalidad constante con su hermano Quetzalcóatl por envidia, practicando actos de hechicería en su contra sustentándose en sus dotes de magia negra y artes de la tentación.

Dioses toltecas

La leyenda cuenta que fue él, el que logró llegar hasta Quetzalcóatl, aparentando ser un hechicero, ofreciéndole la eterna juventud y otras tentaciones a las que el dios de la vida  sucumbió, lo que hizo que actuara de manera indebida. Esto ocasionó que el pueblo desconfiara de él. El Tezcatlipoca blanco cayó en las redes de engaño del Tezcatlipoca negro y lo hizo rendirse ante sus oscuros deseos.

Tláloc, dios de la lluvia

Dios poderoso conocido también como dios del rayo y deidad suprema de las aguas, por lo cual era venerado por el pueblo, para el que fue sumamente importante, pues gracias a sus dotes favorecía el cultivo de la tierra, lo que redundaría en la fertilidad y abundancia de las cosechas, por ser una región eminentemente agrícola. Se le solía representar mediante un rostro en el que se podían distinguir dos serpientes.

Su nombre era referido como “el néctar de la tierra”, pues gracias a que era el responsable de la lluvia, hacía que brotaran los frutos del suelo. El pueblo lo veneraba pues lo consideraban el dador de vida, ya que por su intercesión obtenían el sustento necesario.

En vista de esta cualidad, para los toltecas, él era una criatura semi-humana, pues resultaba ser un benefactor de los mortales, quienes le demostraban su preferencia con frecuentes las invocaciones y ruegos para lograr su intervención para que siempre hubiera abundancia de nubes favorecedoras de la lluvia que producirían buenas cosechas.

Sin embargo, se le temía cuando se enfadaba, ya que de no satisfacer sus exigencias, podía ordenar se produjeran episodios terribles de granizo, trueno, rayos y tempestades que muy bien podrían hacer que se perdieran los sembradíos.

Tláloc fue hijo de Ometecuhtli y Omecihuatl y esposo Chalchíuhtlicue, la diosa del agua y del amor. Tuvieron cuatro hijos llamados tlalocas, que representaban las cuatro esquinas del universo en las que se ubicaban grandes vasijas en las que había:

  • Lluvia buena
  • Agua contaminada
  • Sequía
  • Granizo.

Sus seguidores constantemente le ofrecían sus plegarias y hacían los sacrificios que fueran necesarios para Tláloc con el fin de que ordenara a uno de sus hijos a que enviara a la tierra solo el agua de lluvia buena que fertilizaba las cosechas.

Por otro lado, como Tláloc tenía que ver con todo lo relacionado con las aguas que manaban de arroyos, montañas y cuevas, se creó un mito que señalaba que él vivía en una de esas montañas, una de las cuales aún conserva su nombre. Hay allí un templo dedicado a él y ese monte lleva su nombre y se halla ubicado al oriente del Estado de México.

Se trata de monte en el que hay un volcán que también es un yacimiento arqueológico, el cual es un sitio resguardado como lugar de importancia cultural para el pueblo mexicano.

El monte Tláloc se ubica específicamente en el llamado Eje Neovolcánico de México y a él acuden los lugareños y visitantes a ofrendar y hacer sacrificios para lograr obtener las bondades del dios de la lluvia.

Su legado se mantiene, a pesar de los siglos transcurridos, y que aún hoy lo invocan en las zonas agrícolas para que siga proveyendo el vital líquido para que los cultivos prosperen, no haya sequía, controle las tempestades y disuelva el granizo.

Centéotl, dios del maíz

Fue hijo de hijo de Piltzintecuhtli y Tlazoltéotl. Al nacer buscó refugio debajo de la tierra, por lo cual la leyenda dice que se fue convirtiendo en varios tipos de alimentos que nacen del subsuelo, siendo el más importante de ellos el maíz, pues formaba parte esencial de la dieta diaria de esta cultura. Fue declarado, por eso, patrono del maíz.

En cuanto a que se escondía debajo de la tierra, al respecto surgieron varias fábulas que dan crédito a ello y dicen que es debido a esta circunstancia que varias partes de su cuerpo estaban hechas de distintos frutos de la tierra entre los que era posible distinguir:

  • Uñas como un maíz alargado
  • Dedos de camotes o batatas
  • Ojos de diferentes semillas
  • Cabello de algodón
  • Nariz de chía.

Luego con el tiempo siguieron apareciendo otro tipos de alimentos en su cuerpo, gracias al don que le fue conferido que le permitía satisfacer las necesidades del pueblo con diversas clases de alimentos. Ello, por supuesto, significó que fuera un dios muy amado por las personas.

Fue uno de esos dioses en los que se manifestaba la dualidad, ya que en él se presentaban tanto la faceta masculina como la femenina, dependiendo de las circunstancias. Debido a ello, tenía un nombre masculino que era Centéotl o Centeotltecuhtli, en el que tecuhtli significaba “señor”, y uno femenino que fue Chicomecóatl o Centeotlcíhuatl, donde cíhuatl se traducía como “mujer”.

Se le conocía también por ser el patrón de la ebriedad y de la bebida que se empleaba en todos los ceremoniales de esta cultura.

Se le ofrecían varios tipos de cultos, como por ejemplo, el conmemorar su día en el mes de Huey Tozoztli, que era el período del cuarto mes del calendario xiuhpohualli, que era el calendario de los mexicas, que constaba con 365 días.

En dicho período de Huey Tozoztli se seleccionaban las mazorcas de maíz para secarlas y sembrar luego las semillas, seguidamente los trabajadores se llevaban a sus hogares las mazorcas para ofrecerlas a Centéotl en un ritual de veneración.

Otro ritual era colocar las mazorcas de maíz en grupos de siete, luego llevarlas hasta el templo de Chicomecóatl y presentarlas al dios, quien se convertía en ese momento en el corazón del maíz almacenado, cuya semilla podría ser posteriormente plantada.

Itztlacoliuhqui, dios de los sacrificios

Es conocido también como el señor de las calamidades, del hielo, del castigo y la miseria humana. Se trata de un dios oscuro al que se le atribuyen desastres y desgracias de la humanidad, así como los actos pecaminosos y el respectivo castigo.

En la mitología tolteca se dice que fue consagrado como el dios de la obsidiana, que era la piedra de origen volcánico con la que se formaba un escudo protector contra la negatividad, según la leyenda. En ocasiones se le llamaba vidrio volcánico.

Se usaba como instrumento de castigo y para fabricar armas. Sin embargo, había quien lo empleaba como una suerte de talismán, que absorbía las energías negativas del entorno. Se muestra aquí otra prueba de ser dios dual simbolizado en el castigo y la justicia, representado con:

  • Una piedra empleada para castigar a los adúlteros a quienes se les apedreaba hasta que morían.
  • Un garrote utilizado para golpear a los borrachos como pena por la cual debían morir.
  • En algunos mitos es simbolizado también con una venda en los ojos, de manera de ilustrar la justicia a la que nadie escapa, sea mortal o inmortal.

Por otra parte, cuenta la leyenda mexica acerca de este dios que en un principio se llamó Tlahuizcalpantecuhtli y era el dios de la aurora y símbolo del planeta Venus. En ese entonces era un dios jovial y gracioso.

No obstante, en cierto momento se suscitó una situación incómoda entre Tlahuizcalpantecuhtli y Tonatiuh, el dios del sol, cuando este exigió a todos los dioses obediencia y sacrificios antes de llevar a cabo alguna acción.

Tal exigencia no fue del agrado de Tlahuizcalpantecuhtli, por lo que le lanzó una flecha que no llegó a alcanzar a Tonatiuh.

Este le regresó la flecha, la cual atravesó la cabeza de Tlahuizcalpantecuhtli, y desde entonces se convirtió en el dios de obsidiana y del frío, y comenzó, entonces, a ser llamado Itzlacoliuhque.

Matlalcueye

Es también llamada Chalchiutlicue y era la diosa del agua viva de los ríos y los lagos y formó parte del panteón mesoamericano. Fue la segunda esposa del dios de la lluvia, Tláloc.

Su nombre significa “dueña de falda verde”, traducido de los términos matlaltik, que denota verde, cuéitl, falda y  dueño de, en virtud de que se creía que de su falda brotaban las aguas de los ríos.

En la región tolteca nombraron una montaña Malintzin en su honor, nombre que igualmente significa “montaña de cuya falda emanan los ríos”.

Asimismo, su otro nombre principal, Chalchiutlicue, estaba referido a “su falda (de) jade”, de acuerdo con los vocablos chalchihuitl, que traduce jade, i, que es el pronombre posesivo de tercera persona y cuéitl, que significa falda.

La leyenda mexica dice que en una época Tláloc estaba casado con Xochiquétzal, hasta que un día Tezcatlipoca se enamoró de ella y la raptó, dejando triste y desconsolado a Tláloc.

Como este no se recuperaba de su desdicha y debido a ello no hacía llover sobre la faz de la tierra, razón por lo cual los mortales estaban muriendo, pues no tenían alimento, en vista de que las cosechas se perdían debido al azote de la sequía.

Preocupados por tal situación, los demás dioses se reunieron y acordaron elegir una nueva esposa para Tláloc de forma tal de poner fin a esa calamitosa situación y  seleccionaron a Chalchiutlicue.

Con este casamiento Chalchiutlicue se convirtió en la diosa de las aguas dulces, lo que dio origen al surgimiento de nuevos ríos y la formación de otros lagos. Tláloc, por su parte, complacido dejó caer abundantes y benignas lluvias sobre la superficie terrestre.

Xipe Tótec, dios sanguinario

Fue un dios muy cruel, inhumano y vengativo, que exigía se le ofrecieran sacrificios constantes para así poder conceder los favores que se le solicitasen. Esta creencia cobra fuerza si tomamos en cuenta que los toltecas eran un pueblo en el que las personas se esforzaban por complacer y honrar a sus divinidades incluso con su propia sangre.

La leyenda sobre Xipe Tótec cuenta que el mismo se sacrificó desollándose vivo y arrancándose los ojos con el fin de que las plantaciones de maíz produjeran buenas cosechas, incluso en los períodos de sequía, para que los humanos pudieran tener suficiente sustento.

Es por esto que también se le conoce con el nombre de  el “dios desollado” y se convirtió en el representante de los que trabajan la tierra en el campo.

El dios quiso mostrar a todos sus seguidores con este sacrificio que se debía tener el desprendimiento material propio, pues ello redundaría en alcanzar la plena libertad de espíritu. De allí que fuera tan despiadado con el que le pidiera algún favor y no cumpliera con la penitencia o sacrificio, cuando él lo había hecho.

Según las creencias, siempre demandaba que se hicieran sobre todo sacrificios de humanos para satisfacerlo y como parte del ritual el sacerdote que realizaba el rito debía tomar la piel de la víctima y vestirse con ella, de manera tal de garantizar que se concedieran los favores que se pedían y asegurar, así, la abundancia y la prosperidad.

Importante resaltar que al invocar al dios ya estaba implícito que debía cumplir cabalmente con sus exigencias, puesto que el castigo sería implacable de no ser así.

Xipe Tótec estaba relacionado con todos aquellos ritos y ceremonias en los que estaban implícitos actos de crueldad. Sin embargo, Xipe Tótec formaba parte del panteón de dioses toltecas más sobresalientes, en virtud de esos honores que le rendían sus creyentes.

Se le llegó a simbolizar como el dios todopoderoso de los trabajadores de oro, pues tenía predilección por el trabajo de orfebrería, aun cuando sus seguidores le invocaban también para tener éxito sobre todo en los cultivos y lograr la sanación de algunas enfermedades. Por otro lado, se dice que castigaba a los ladrones de joyas y la plata.

Se podría ubicar a este dios en la categoría de los dioses con dualidad, pues en él se manifestaban dos facetas antagónicas, tales como, por ejemplo, la de crear y la de destruir, al igual que la de premiar y la de castigar.

Xochiquétzal, diosa de la belleza y del amor

La representación del amor y la belleza es común en muchas de las civilizaciones precolombinas, cada una de ellas con un nombre distinto. Entre los toltecas estas cualidades estaban simbolizadas en Xochiquétzal, quien fue una diosa muy controversial por su relación con los otros dioses, así como por su origen.

Su nombre Xōchiquetzalli, en habla náhualt significa “flor preciosa” o “flor hermosa”, palabra compuesta por los vocablos xṓchitl, que se traduce como flor; quétzalli, que denota algo “hermoso” o “precioso”, también llamada Ichpōchtli, que en náhuatl significa “muchacha” o “chica”.

Fue también distinguida como la diosa de la alegría, de la sensualidad y de los placeres amorosos, por lo que solía invocársele para que aumentara el atractivo sexual, el erotismo, la libertad sexual, así como para lograr matrimonios estables.

Se le asociaba a las artes, tales como la danza, la música, el canto, y a las manualidades, por lo que fue declarada patrona de los tejedores, plateros, pintores y de cualquier oficio que implicara ilustrar en el arte la naturaleza, lo cual era de beneplácitos para los dioses toltecas, en general.

Fue, asimismo, reconocida como diosa de la fertilidad y la protección de las mujeres, de allí que se le pidiera que velara por las parturientas, protegiera a las madres primerizas y al nacimiento propiamente dicho.

La leyenda nos dice que Xochiquétzal era hija de Tlazoltéotl, la diosa de la luna y devoradora de todos los pecados, así como de conceptos opuestos como los de la inmundicia y la purificación.

Sin embargo, se asevera que, más bien, ella nació de los cabellos de una diosa madre y que desde un principio fue atendida solo por mujeres para que no la vieran los hombres y evitar que se sintieran tentados por su belleza.

A Xochiquétzal se le atribuyeron varios esposos y amantes, incluidos entre ellos Ixotecuhtli, el dios de la libertad, Piltzintecuhtli, dios del sol naciente y de los temporales y con Centéotl, dios del maíz, e incluso se decía haberse casado con su hermano gemelo, el príncipe de las flores Xochipilli, de lo cual no hay certeza.

Lo que si es cierto es que fue la primera esposa del dios de lluvia, Tláloc, pero que cierto día que Tezcatlipoca, dios del sol y del cielo, se enamoró de ella, la raptó y se la llevó a su reino, obligándola a casarse con él.

Ninguno de los dioses se atrevió de rescatarla, solo Tláloc aceptó el desafío y se dirigió a los dominios de Tezcatlipoca para recuperar a su esposa, misión de la cual salió victorioso.

Tezcatlipoca accedió a dejar libre aXochiquétzal, con la condición de que a ella le estuviera prohibido volver a viajar a la tierra directamente y que debía permaneciera dentro de Tamoanchan, que era el paraíso de los dioses.

Siempre se le representaba con mariposas y aves rodeándola y se le hacían ofrendas con plumas, margaritas y unos pequeños azulejos en los que se plasmaba su imagen. Se le honra, especialmente en el día de los muertos, con caléndulas, planta para el alivio de las afecciones de la piel. En ocasiones también aparecía en las imágenes con un ramo de flores en la mano.

Asimismo, se le simbolizaba mediante una figura femenina que llevaba sobre su cabeza un adorno de plumas. Por otro lado, se hacía referencia a su vínculo con las flores, como rasgo distintivo de esta deidad, por lo cual a veces era referida como la Señora Flor Preciosa.

En especial se consagraron a ella las flores de cempasúchil, que es la planta representativa del día de muertos en México y, de acuerdo con el mito tolteca, sus pétalos marcaba el camino por el cual los muertos debían abandonar el mundo terrenal.

Su nombre cempohualxochitl, cuyo color los mexicas lo asociaban con el sol y la luz, en habla náhuatl se traducía como flor de 20 pétalos.

Sin embargo, era una diosa muy poderosa que, según sus seguidores, se le debían ofrecer sangrientos sacrificios, el más común de ellos consistía el desgarramiento de la piel del sacrificado.

Normalmente, se reseña el particular rito en el que una joven encarnó a Xochiquétzal, la cual, luego del acto, fue sacrificada desollándole la piel. Seguidamente, el sacerdote de la diosa, que oficiaba el sacrificio, se debía poner la piel de la víctima y sentarse en un telar.

Así, mientras el sacerdote pretendía estar tejiendo, los creyentes de la diosa bailaban alrededor de él confesando todos sus pecados. Seguidamente, se autoinfligían heridas en la lengua dejándola sangrar como ofrenda.

Mixcóatl, dios de las tempestades y la caza

Se trata de la deidad que ha sido identificada con las tormentas y con los cazadores, quienes lo invocaban para que les proveyera la fuerza y el valor necesarios para lograr buenas presas y poder volver con su buen cargamento al hogar.

Es un dios guerrero y del cielo, cuyo nombre en lengua náhuatl significa “Serpiente de la nube” y en el que se distinguen las palabras mixtli, que significa “nube” y coatl, el cual se traduce por “serpiente”. Esta fue la denominación que adoptaron los antiguos pobladores mesoamericanos para referirse a la Vía Láctea que veían todas las noches en el cielo.

Ahora bien, son muchos los mitos que existen sobre este dios que fue muy venerado entre los toltecas. Por ejemplo, hay una leyenda que nos habla de que todas las estrellas de la Vía Láctea eran hijos de Mixcóatl simbolizados en cada una de ellas y que se estimaban eran unos cuatrocientos hijos.

Este mito señala que todos estos hijos se les reconocía mediante la denominación colectiva Centzon Huitznahuac, que en lengua náhuatl significaba “los cuatrocientos rodeados de espinas” y era una palabra compuesta por los términos centzontli, que denota “cuatrocientos”, huitztli, que se traduce como “espinas” y nahuac, que significa “rodeado”.

Estos hijos, que también eran hijos de Coatlicue, divinidad de la vida y la muerte, fueron en la mitología mexica los dioses de las estrellas meridionales.

El mito continúa señalando que todos ellos fueron devorados por Huitzilopochtli, pues intentaron asesinar a su madre, Coatlicue, quien estaba en embarazo, junto a su hermana Coyolxauhqui, diosa de la luna.

Asimismo, algunos autores hablan del mito en el que le atribuyen la paternidad del dios de la vida Quetzalcóatl, el cual para muchos estudiosos y mitólogos es la figura más relevante y legendaria de la mitología tolteca.

Hay otro mito en el que se relata que Mixcóatl fue un cazador que había guiado a los pueblos toltecas y chichimecas a la parte central de México, y que allí en cierto momento y por gracia divina, habría sido convertido en deidad.

Otra leyenda nos narra que el dios ominipresente Tezcatlipoca, que podía cambiar su apariencia a conveniencia, se habría mutado en Mixcóatl y fue de este modo como éste pudo tener conocimiento sobre la obsidiana, piedra volcánica característica del dios del cielo, y por lo cual supo enseñar a los mortales como utilizarla para hacer fuego, alumbrarse y calentarse.

Lo cierto es que este fue un dios muy apreciado por el pueblo, pues por su intercesión obtenían el alimento necesario para el sustento diario. Pudieron, igualmente, desarrollar mejores comunidades.

De acuerdo con el calendario de los dioses toltecas, que regulaba la vida de estas deidades, éstas podían regir o bien por días, meses, años, etc. Al dios Mixcóatl le correspondía gobernar el período inicial del mes de noviembre, durante el cual el pueblo empleaba este tiempo para reparar sus armas y llevar a cabo los sacrificios humanos con los cuales se pedía a los dioses les aseguraran los próximos triunfos militares.

Mixcóatl era usualmente simbolizado con rayas verticales rojas y blancas a lo largo de todo su cuerpo, pelo largo y ojos negros o una máscara negra. Igualmente, era común verlo representado con un tocado de plumas en la cabeza y cargando, en una mano, una cesta llena con comida cazada por él y, en la otra, un arco.

Por otro lado, de igual forma como se hacía en otras civilizaciones mexicas, a este dios era común ofrendarlo mediante sacrificios como una manera que tenía el pueblo de expresar su veneración y así mantener agradado al dios. Se le ofrendaba específicamente con el sacrificio de algunas especie de pájaros, con conejos o serpientes. Asimismo, se le ofrecían danzas rituales en su honor.

Actualizado el 25 junio, 2021