Mitos de México

Leyendas y mitos de México, conócelos aquí

Te interesará conocer los sorprendentes mitos de México, país de mucha antigüedad y acervo multicultural en leyendas y mitos. Continúa leyendo y disfrútalos.

Mitos de México

México es un pueblo de gran riqueza en mitos e historias fantásticas, que varían de una región a otra, debido a los diversos factores que han hecho que se haya producido esa proliferación de relatos impactantes, misteriosos y milagrosos de distinta índole y significados, que hoy constituyen los mitos de México.

Como sabemos, se trata de un país ancestral, cuya civilización indígena esparcida por la inmensidad de su territorio aprovechaba su contacto con los distintos elementos de la naturaleza para crear historias fascinantes, cargadas de mucha magia, dando origen a los mitos de México.

Así también encontramos en este país la influencias de otras culturas, tanto del mismo continente como más allá de los mares, que trajeron sus costumbres, tradiciones y formas diferentes de vivir la vida, las cuales enriquecieron aún más esos mitos y leyendas autóctonos. Muchos de estos mitos de México los encontramos también en Mitología maya.

Mitos de México

Ahora bien, muchos se han planteado la disyuntiva de si es lo mismo mito que leyenda. Por lo general, en el ámbito mitológico el significado de ambos términos se confunde y se llegan a emplear como sinónimos. En los mitos de México se presenta esta situación. Nos parece pertinente, entonces, definir a qué se refiere cada uno a fin de conocer sus diferencias y poder emplearlos con propiedad.

El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) dice que un mito es una “narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico.”

Se trata pues, de un relato que nos habla de un hecho asombroso, que se puede decir, escapa de la realidad, realizado por personajes extraordinarios, que pueden ser tanto dioses como monstruos fantásticos con el fin último de dar una explicación a un fenómeno o acontecimiento, tal cual se nos revela en los mitos de México.

Una leyenda, por su parte y de acuerdo con el DRAE, es “una historia de sucesos o hechos naturales o fantásticos que se difunden de forma oral o escrita por tradición“. Igualmente podía referirse a un relato sobre personajes cuya realidad es magnificada o modificada de manera fantasiosa.

Mitos de México

En otras palabras, la leyenda se encuentra entre lo real y lo fantasioso o mítico, ya que contiene elementos veraces en cuanto a tiempo y lugar que la comunidad conoce, lo cual le da cierta verosimilitud, y esto no sucede con los mitos.

De manera concluyente, podemos decir que la leyenda nos narra sobre hombres prototipos, heroicos o sabios, mientras los mitos se ocupan de los dioses. Y así lo vemos reflejado en los mitos de México.

En este post te queremos presentar la riqueza de historias mágicas creadas por el ingenio popular mexicano, que se han convertido en mitos de México, con mensajes aleccionadores, terroríficos y otros que han conformado un acervo cultural mitológico, que es envidia para muchos otros pueblos de la región latinoamericana y, ¿por qué no?, del mundo.

Características

La vasta región mexicana que cobija a tantas culturas ha generado esta abundancia de mitos que pueden satisfacer todos los gustos. Las principales características de los mitos de México son las siguientes:

  • Todas las leyendas y mitos se alimentan de los elementos folclóricos, algunos de los cuales se remontan a la época precolombina, que se han ido incrementando o exagerando con los siglos.
  • A veces describen historias representativas de varios lugares de la geografía mexicana, que resultan interesantes, pues son reveladoras de la cultura de este país.
  • Son el resultado de la simbiosis que se produce de los numerosos aportes culturales autóctonos con el legado hispánico que provino de distintas latitudes hasta tierras mexicanas.
  • Incluyen entre sus personajes centrales a seres mitológicos buenos y malos, dioses, semidioses, héroes, demonios, fantasmas, brujas y hechiceros, espectros. Todos ellos con una fuerza sobrehumana, velocidad, magia, inteligencia y malicia.
  • La trama se desarrolla, por lo general, en sitios mágicos, embrujados o de espantos, casas misteriosas, posesiones diabólicas.
  • Los personajes tienen a menudo visualizaciones de lo que los dioses les comunican.
  • Muchas de las historias que encontramos en estos mitos de México entremezclan en sus tramas elementos reales con aspectos del folclore regional y componentes mágicos, producto de la imaginación popular.
  • Buscan dar una explicación a los hechos que los hombres observan, pero no logran comprender.
  • Surgen del imaginario humano y de su inventiva para tratar de explicarse lo que no comprende y de los hechos cotidianos que le suceden.
  • Son de transmisión oral, tradicionalmente, producto de las costumbres propias del pueblo, que luego pasan a formar parte de sus tradiciones.
  • Las leyendas, particularmente, están sustentadas en hechos reales, que han sido deformados con otros elementos agregados a la trama y otras facultades que se añaden a los personajes a través del tiempo, modificando o distorsionando hechos, lugares y héroes.
  • Se emplean muchos símbolos para representar distintas cosas y hacen analogías con ellas, personificando las fuerzas naturales, tales como árboles, viento, mar, tormentas, fuego, agua, etc., dándoles nombres y cualidades humanas.
  • Los mitos de México tienen una gran dosis de fantasía producto de la inventiva humana, en la que es normal que se presenten poderes sobrenaturales, control mental o magia.
  • Muchos mitos tienen un carácter religioso, así como también los hay asociados a reglas morales que establecen normas de conducta y señalan qué es lo bueno y lo malo.

En virtud de la extensa variedad de leyendas y de las temáticas de cada una, hemos querido simplificar su descripción en este artículo, clasificándolas por tema para facilitar la búsqueda de parte del lector. Para conocer otra perspectiva de estos los mitos de México, podemos consultar la Mitología inca.

Ahora bien, se trata de una recopilación selectiva de los mitos de México más importantes y populares, sobre los cuales se hace una breve descripción de manera tal de despertar el interés del lector de buscarlos y leerlos completamente.

Se encontrarán desde los mitos de México más antiguos de la época prehispánica, en los que se incluyen los asombrosos mitos mayas, hasta los más recientes, con historias escabrosas, que sabemos gustan a muchos.

Tenemos entonces como categorías de mitos las siguientes:

  • Mitos de México de terror.
  • Leyendas prehispánicas.
  • Leyendas cortas.
  • Leyendas urbanas.
  • Mitos de México sobre crímenes y ajusticiados.
  • Mitos de México sobre tesoros y bandoleros.

Mitos de México

Veamos de manera sucinta algunos de los mitos México más populares.

Ejemplos de mitos de México

Estos mitos son en su mayoría de origen colonial o prehispánico, pero se presentan también algunos de épocas más recientes, que se han popularizado de manera tal que ya son parte de los mitos tradicionales.

Mitos de México de terror

Nos refieren historias de espanto y horror, que encierran un misterio, que se quiere dilucidar. Entre los mitos de terror se describen en este apartado tres de los más populares.

La llorona

El mito nos presenta a un fantasma errante con forma femenina que vestía una túnica blanca y con la cabellera suelta que en las noches vagaba por las calles o en sitios donde había lagunas o ríos, lanzando aterradores gritos, lamentándose por sus hijos y llorando desgarradoramente, lo cual aterrorizaba a todo el que la escuchaba. ¡Ay, mis hijos, que será de mis hijos!, gritaba y luego se desvanecía entre las sombras.

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El mito cuenta que esta mujer, por despecho ante el desamor del padre de sus hijos, los ahogó en el río y al no soportar el dolor por el crimen que había cometido, se suicidó.

Este es un mito del Estado de México y es quizá una de las historias más antiguas y más extendidas en todo el territorio mexicano e incluso toda Latinoamérica, pues se tienen variantes de la misma en otros países, con una narración ajustada al folclore de cada lugar y según los valores de cada sistema de creencias.

El charro negro

Se trata de la aparición de un hombre muy apuesto, de figura esbelta y elegante, vestido con traje de charro negro, que cabalgaba montado en su enorme caballo negro azabache en las noches por los senderos solitarios que unían los pequeños pueblos del México rural.

Solía acercarse amablemente a las personas que aún caminaban a esas altas horas de la noche por los caminos, para buscarles conversación. Su predilección eran con las mujeres solas, a las que seducía con palabras y gestos. Muchos decían que era el diablo mismo.

Nada malo pasaba si la persona a la que el charro negro se dirigía solo se dejaba acompañar en su caminata y al amanecer, se despedía cortésmente y se marchaba a trote lento.

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Pero si, por el contrario, la mujer cedía a sus ofertas y accedía a montarse en el caballo, ello implicaba el principio del fin, pues ya sobre el animal, era imposible apearse, el charro se la llevaba y más nunca volvían a ver a la mujer.

La leyenda dice que ese fue el caso de una muchacha llamada Adela, muy seductora y asediada por los hombres. A ella le gustaba coquetear y jugar con ellos. Cierta noche en su camino a una cita amorosa se topó con el charro negro, quien caballerosamente la invitó a subir.

Ella, sin saber de quién se trataba y atraída por su porte elegante, aceptó la invitación y tan pronto se montó el caballo comenzó a arder convirtiéndose en una hoguera y, entre los gritos de desesperación de Adela, desaparecieron. Como moraleja de la leyenda, la gente cuenta que el charro le hizo pagar a Adela su soberbia.

El hombre sin cabeza

Este mito procede de la población de Nazareno, Estado de Durango, y se refiere a la experiencia que tuvo un ferrocarrilero del sistema ferroviario en los años cincuenta, el episodio ocurrió en las vías férreas que pasan por ese poblado.

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Se cuenta que el trabajador vivía en uno de los vagones del ferrocarril y su trabajo consistía en cambiar la vía del Ferrocarril Central Mexicano que pasaba por el pueblo.

Se reseña que cierto día fue a una boda y, según la costumbre de la época, las parejas se casaban por la mañana y la fiesta duraba todo el día y todo el pueblo asistía a la misma.

Ese día el ferrocarrilero comenzó a beber alcohol desde el mediodía y estuvo bailando toda la tarde y parte de la noche. De pronto recordó que debía hacer el cambio de vía a las once de la noche y, a pesar de que estaba bastante borracho, se fue a hacer su trabajo.

Realizó el cambio de la vía y se acostó un rato a reposar, mientras el ferrocarril pasaba, para proceder a hacer otra vez el cambio para el tren que pasaría a las seis de la mañana y luego regresar a la boda y así no estaría pendiente de volver a hacer el trabajo.

Desafortunadamente, se quedó dormido con la cabeza recostada sobre el riel que usó como almohada. El ferrocarril pasó en la hora estipulada, pero ni el ruido ni el movimiento de los rieles lo despertaron y su cabeza resultó cercenada. La fiesta continuó y la gente siguió divirtiéndose, mientras el cuerpo del ferrocarrilero sin cabeza estaba sin vida en la vía férrea.

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Solo hasta la media mañana fue que se supo la noticia de lo acontecido, cuando el Comisariado Ejidal avisó a las autoridades de Lerdo para que ordenaran retirar el cuerpo decapitado del malogrado trabajador de los ferrocarriles y, luego, lo entregaran a sus familiares.

Sin embargo, en las noches se comenzó a aparecer el espectro del ferrocarrilero llevando en su mano derecha su cabeza, cuyo ojos brillaban en la oscuridad si se encontraba con alguien. Era tan escalofriante esta aparición que hacía que muchos salieran corriendo o cayeran desmayados de la impresión.

Leyendas prehispánicas

Algunos de los mitos de México que se refieren a las historias que provienen del período prehispánico, las cuales fueron transmitidas en lenguaje sencilla, plenas de descripciones de mucha ficción de actos legendarios entre humanos dioses y mortales.

Una de las más difundidas y que en sí encierra otros mitos es la leyenda de los cinco soles.

Los cinco soles

La cosmovisión que tenían los aztecas contemplaba la existencia de cuatro mundos, antes de que surgiera nuestro mundo actual. Los dioses de estos mundos eran la representación de los sentimientos del hombre para tratar de explicar los fenómenos catastróficos naturales y sus tragedias personales.

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En cada uno de estos había un dios sol, que gobernaba durante un ciclo, el cual finalizaba con la destrucción de ese mundo y sobrevenía el cambio. Las catástrofes provenían de distintos elementos: agua, viento, mar o tierra, exceptuando la del primer sol que estaba ligada a la oscuridad. Veamos la historia de cada uno de estos soles y su correspondiente deidad.

Primer sol – Tezcatliploca

Nos relata la historia del mito sobre el intento de creación del mundo. Este primer sol era el dios Tezcatlipoca, que se presentaba en cuatro facetas según las cuatro direcciones cardinales, siendo la más poderosa la deidad del norte.

En este mundo del primer sol se crearon a los demás dioses, por ejemplo Chalchiuhtlicue, la diosa de la belleza y los mares y Tláloc, dios de la lluvia. También se crearon allí a los humanos en forma de gigantes.

Cuenta la leyenda que este sol desapareció porque los intentos de los dioses por completar la creación de este mundo, siempre eran destrozados por el cocodrilo inmenso que era Cipactli, que se devoraba todo lo que caía en sus aguas.

Además se generaron conflictos entre Tezcatlipoca y Quetzalcoatl que era un dios benevolente, en vista de que al primer sol le faltaba una extremidad, lo que lo hacía un dios incompleto o sea medio sol. Quetzalcoatl ordenó eliminar el cielo en ese mundo, a lo cual Tezcatlipoca reaccionó enviando sus jaguares en la oscuridad, para que se devoraran a los humanos. Ello hizo que este mundo sucumbiera en las tinieblas, terminando con este primer ciclo.

Segundo sol – Quetzalcoatl

En este mundo Quetzalcoatl era el dios sol y el mito nos dice que en este ciclo, las personas fueron creadas de tamaño normal, las cuales con el tiempo comenzaron a actuar con libre albedrío, no obedeciendo a los dioses. Se volvieron violentas, también, actuando con instintos animales.

Entonces, Tezcatlipoca aprovechó la circunstancia y convirtió a los humanos en monos, demostrando con ello su poderío.

Quetzalcoatl, como dios amoroso y benevolente, para tratar de salvar a los humanos a quienes a pesar de todo amaba, hizo que se produjera un huracán devastador con el cual logró expulsar a los monos del mundo. Luego de esta acción dejó de ser dios sol y así no podría crear una nueva humanidad.

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Tercer sol – Tláloc

El dios sol de este mundo era Tláloc, dios de la lluvia, quien estaba profundamente deprimido, ya que Tezcatlipoca había seducido a su esposa, la diosa de la sexualidad y la belleza, lo cual hizo que se produjera una inmensa sequía, pues la depresión no dejaba que Tláloc hiciera su trabajo de enviar el agua de lluvias a la tierra.

Los seres humanos le rogaban a Tláloc que hiciera llover, pero entonces se molestó aún más e hizo llover fuego, haciendo que todo ardiera. Hubo, entonces, la necesidad de crear un cuarto mundo.

Cuarto sol – Chalchiuhtlicue

En esta leyenda se dice que se creó este mundo teniendo a Chalchiuhtlicue, diosa de los ríos y lagos, como el sol. Era la nueva esposa de Tláloc y fue también una diosa benevolente, que amaba a los mortales. Tenía como enemigo a Tezcatlipoca, quien la acusó ante los mortales de querer fingir su amor por ellos.

Chalchiuhtlicue, que era muy sensible, se sintió tan afectada por lo dicho por Tezcatlipoca, que derramó lágrimas de sangre durante 52 años, ocasionando una gran inundación, que hizo que los humanos se tuvieran que convertir en hombres pez para poder sobrevivir, pero no por mucho tiempo.

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Quinto sol – Huitzilopochtli

Se nos refiere en esta leyenda la historia del último sol, que es en el que estamos hoy, según la creencia azteca.

En este mundo se presenta al dios Quetzalcoatl, que busca de nuevo crear a los humanos, a partir de los restos de los hombres pez del cuarto mundo. Para lograrlo tuvo que ir hasta el inframundo Mictlan, para recuperar los huesos de los mortales y así poder reconstruirlos.

Estando allí fue engañado por el dios del inframundo, Mictlantecuhtli, con el que tuvo que pelear, pero cayó sobre los restos de los humanos destruyéndolos.

Sin embargo, trabajó con afán para lograr recomponer a los humanos, dándoles incluso de su propia sangre de manera que pudieran resucitar tan pronto recibieran la luz del nuevo sol, que sería Huitzilopochtli, dios de la guerra azteca representado en la forma de un colibrí.

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Leyendas cortas

Versan sobre eventos poco usuales que se producen en una comunidad, cuya tradición popular le agrega detalles sorprendentes, que luego son divulgados por varias generaciones.

Juan del jarro

Esta leyenda fue generada entre las tradiciones del Estado de San Luis Potosí y en ella se relata la historia de un pordiosero, quien decía que había tres cosas que no le gustaban: bañarse, el mes de julio y las riquezas.

A este mendigo le apodaban Juan del jarro, pues siempre llevaba un jarro en sus bolsillos y se distinguía de los otros en dos aspectos: primeramente, era muy piadoso y gustaba de compartir sus ganancias con los más necesitados, y, además, que era muy dado a decir refranes y frases de sentido común.

La popularidad del pordiosero se fue consolidando y se le comenzó a considerar como un loco iluminado. Era amigo de todos y, por ello, le convidaban tanto personas pudientes como personas humildes a estar. Era una persona que se daba a querer, a pesar de que decía las verdades de manera tan directa de las malas cosas que veía, que a veces caía mal.

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Al respecto, se cuenta que una señorita decente, buscando burlarse de Juan y hacerlo ver como un charlatán que engañaba para obtener beneficios, le dijo cierto día al verlo pasar en el pueblo: “Dime, vidente, ¿quién será mi esposo?” Juan contundentemente le contestó: “Si te vas a casar, pero no con el padre del bebé que estás engendrando en tu vientre”.

Esto hizo que la señorita tuviera que abandonar el pueblo porque por intermedio de Juan su familia se enteró de que ella estaba embarazada. Desde entonces se fortaleció la leyenda de Juan del jarro como adivinador y que lo hacía a través del jarro de terracota que siempre tenía consigo.

El callejón del diablo

Esta leyenda nació en el Estado de Campeche y se suscitó en un callejón que iba del sector San Martín a la Zanja. Era una calle angosta, sombría, con árboles en todo el trayecto.

En dicho callejón vivía un hombre con deformidades físicas, quien sabiendo que su aspecto asustaba a la gente que caminaba por allí, salía en las noches haciéndose pasar por el diablo, encendiendo cartuchos de azufre para provocar el olor de Satanás. La gente, religiosa y devota, empezó a colocar monedas de oro e incluso joyas, a la entrada del callejón para evitar que el “diablo” se saliera del callejón y llegara al centro de la ciudad.

Cierto día dos pescadores avistaron al hombre recogiendo las monedas y se dieron cuenta del engaño. Se propusieron, entonces, espantarlo usando un carbón al rojo vivo con el que le quemaron las posaderas.

Esto le ocasionó una quemadura tan fuerte, que hizo que se enfermara. El hombre para mitigar su pecado y buscar sanación, donó muchas de las joyas que se había agarrado a una institución para pobres. Sin embargo, el callejón se siguió llamando Callejón del Diablo.

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El águila, la serpiente y el nopal

Según la mitología prehispánica, se cuenta que Huitzilopochtli, dios de dioses, envió un mensaje a los aztecas en el que les pedía que debían ir en pos de la tierra prometida, abandonando todo lo que tenían y emprendiendo la búsqueda del suelo patrio definitivo.

Debían ir hasta un sitio en el que encontrarían a un águila posada sobre un árbol de nopal, devorándose a una serpiente. Este viaje duró 300 años y los llevó hasta la región de Tenochtitlán, donde más tarde se fundó la Ciudad de México.

Por tal motivo, en el escudo de la bandera mexicana aparece un icono con un águila parada sobre un nopal devorando una serpiente, el cual se dice que representa parte del origen de la ciudad.

Es uno de los mitos de México más relevantes, pues se trata de un pasaje histórico que nos hace referencia a cómo nació la capital de México.

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Leyendas urbanas

Son aquellas producto de las vivencias en callejones y entre muros, difundidas de boca a boca, que narran situaciones asombrosas y a veces confusas, que cautivan y permanecen en la memoria de grandes y chicos. Son sucesos que persisten al paso del tiempo.

El chupacabras

Se trata de un mito reciente, de apenas el año 1995, y que se ha difundido por toda Latinoamérica. Cuenta esta leyenda que empezaron suceder apariciones de un extraño animal sin pelo, cuyo cuerpo era híbrido entre perro y lagarto. Algunos lo comparaban con un ser extraterrestre con forma de reptil y que atacaba a sus víctimas, especialmente cabras, para absorberle hasta la última gota de su sangre.

Se dice que la leyenda se inició con la misteriosa desaparición de todo un rebaño de ovejas, que luego aparecieron muertas sin sangre. Desde ese momento se comenzaron a reportar numerosas apariciones del chupacabras por toda América.

Los estudiosos de la materia señalan que realmente se trataba de unos perros y coyotes salvajes que fueron infectados por unos parásitos que los hacían perder el pelo y deformaba sus huesos.

Sin embargo, el imaginario popular asevera la existencia del chupacabras y aun cuando no ha habido evidencia fotográfica o video del mismo, mucha gente aseguraba haberlo visto.

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Doña Beatriz

Esta historia nos cuenta de una bella mujer joven que vivía en Ciudad de México, llamada doña Beatriz. Era muy hermosa y todos quedaban deslumbrados con su presencia.

Muchos de los que la pretendían eran de la nobleza mexicana y hombres adinerados de la llamada Nueva España. Pero ella era totalmente indiferente y fría a las solicitudes amorosas de esos audaces admiradores.

El tiempo transcurría de esa manera, hasta que el amor llegó al corazón de doña Beatriz, cuando en una elegante fiesta en la embajada de Italia, conoció a don Martín Scipoli, un joven italiano aristócrata ilustre.

Desde ese momento su fría indiferencia hacia los hombres se desapareció de inmediato, sintiéndose abrumada por un nuevo y agradable sentimiento, el cual era correspondido por el joven noble.

Al tiempo don Martín se comenzó a sentir molesto y celoso de las pretensiones acuciosas de los demás admiradores de doña Beatriz, lo que lo llevaba a tener constantes disputas con ellos, llegando al desafío por defender su amorío.

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La frecuencia con que sucedían tales reyertas comenzó a afligir a doña Beatriz, lo que la llevó a pensar que don Martín solo la amaba por su belleza y que cuando empezara a envejecer y a perder esa hermosura, se desvanecería el amor que ahora le prodigaba.

Tal fue la pena que esta situación le causaba, que la obligó a tomar una espantosa decisión para poner a prueba el amor de su amado. Planeó, entonces, un día en que se quedó sola en casa por motivo de un viaje de su padre, llevar a cabo la terrible decisión.

Prendió el brasero de su habitación, buscó una imagen de santa Lucía, la puso enfrente y comenzó a orarle con mucha devoción para que le diera la fortaleza y el coraje para lo que pretendía hacer. Se ató una venda mojada en los ojos y se inclinó sobre el brasero. Avivó la llama soplando hasta que el fuego comenzó a rozarle las mejillas. Se mantuvo así hasta que ya no soportó más las llamas en la piel.

Seguidamente, cubrió su rostro con un velo blanco muy fino e hizo que trajeran a don Martín a su presencia. Al llegar él, se descubrió lentamente el rostro desfigurado por el fuego, en el que solo resplandecían sus hermosos ojos.

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Don Martín la miró espantado por un instante, luego la abrazó con mucho amor, demostrándole a doña Beatriz que su prueba había resultado satisfactoria para sus deseos. Vivieron dichosos muchos años en matrimonio y ya más nunca volvió a dudar de los genuinos sentimientos de don Martín.

El cuervo de la calle del Puente

La leyenda nos habla de don Santiago Améndola, un viejo avaro que vivía en la calle del Puente, ubicada por detrás del colegio de los Jesuítas de San Pedro y San Pablo, en Ciudad de México, y de quien se decía que tenía tratos con el diablo.

Don Santiago llevaba una vida rara, que no terminó bien. Su hogar era un gran y suntuoso caserón con muchos criados y siempre en compañía de sus amigos, que por lo general eran vividores y algunos hasta malhechores .

Sin embargo, a pesar de tener un caserón lujoso, a don Santiago le gustaba vestir como mendigo, jactándose de que podía ir siempre a cualquier sitio sucio y asqueroso si le daba la gana, oliendo mal y con un aliento pestilente. En su casa gustaba disfrutar con amigos, siempre con muchas bebidas y juegos que generaban mucho ruido y alboroto, atormentando a la gente del sector.

Cuando no estaba en esos festines, se la pasaba con un cuervo negro que tenía en su casa, con el que hablaba siempre como si fuera una persona, contándole todo lo que hacía y lo que quería hacer. El cuervo graznaba repetidamente como si le entendiera y le respondiera. Asimismo, asentía con la cabeza y se ponía derecho y quieto como si prestara atención.

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Si quería demostrar que se negaba a algo, el cuervo aleteaba con fuerza, lanzando sus estruendosos graznidos.

Asimismo, don Santiago se carcajeaba a viva voz cuando “hablaba” con su cuervo como si lo que el cuervo le contestaba era gracioso. Pero a veces más bien mostraba su enojo y lo golpeaba.

Se decía que don Santiago estaba seguro que a través del cuervo el Señor le enviaba mensajes y le contaba sus secretos. Por supuesto, la gente afirmaba que todo era una burla y engaño, con lo cual tenía a todo el mundo engatusado con las extrañas conversaciones, lo cual inevitablemente se regó como chisme por todo el pueblo.

Diablo fue el nombre que don Santiago le dio al cuervo y a todas horas se le oía llamarlo por la casa. Cualquier destrozo que ocurriera en la casa por culpa de algún criado o algún amigo, se lo achacaban al Diablo, lo cual hacía que desapareciera el enojo del don Santiago. Él decía que: “Si lo hizo el Diablo, bien hecho está” y le acariciaba su plumaje.

Cierto día, tanto don Santiago como el cuervo desaparecieron. Criados, amigos y personas que normalmente iban a la casa, la encontraron vacía, por lo que decidieron buscarlos afanosamente por toda la ciudad, pero fue en vano.

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Volvieron nuevamente al caserón a buscar en todos los rincones y consiguieron una habitación cerrada, cuya llave solo la tenía y la usaba don Santiago, para que nadie más entrara en ella.

Forzaron por un buen rato la puerta hasta que cedió y abrió, encontrando en el interior del cuarto un gran crucifijo, unos látigos y unas plumas negras de cuervo.

Todos pensaron que don Santiago habría sido azotado con esos látigos y luego crucificado. Examinaron el lugar y encontraron manchas de sangre en el suelo y en la cruz. La conclusión a la que llegaron unos clérigos que fueron al sitio, era que allí se había cometido un gran sacrilegio.

La desaparición de don Santiago y el hallazgo de esta habitación asustó tanto a todos, que ya más nadie fue a la casa, lo que la fue deteriorando hasta convertirse poco a poco en una ruina.

La gente que pasaba cerca de ella decía que sentía escalofríos y que en las noches se veía salir por los balcones y grietas de las paredes una tenue luz azulada.

Luego de dos años de este suceso, una noche se comenzaron a escuchar fuertes graznidos de un cuervo que estaba parado en la baranda del puente cercano, que despertaron a todos los vecinos de la calle.

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En un principio, no le dieron demasiada importancia, pero los ruidos se hicieron frecuentes todas las noches, lo que comenzó a inquietar a los lugareños porque cada vez eran más fuertes y no cesaban hasta que sonaban las doce campanadas del reloj, momento en que el cuervo levantaba vuelo y desaparecía.

Comenzó a correr entonces, el rumor de que se trataba del satánico cuervo de don Santiago, lo cual pudieron corroborar cuando el cuervo comenzó a posarse en uno de los balcones del caserón en ruinas, se arreglaba su plumaje, lanzaba sus graznidos y se adentraba en las ruinas.

Desde entonces, todos los días al anochecer, el cuervo salía de las ruinas y volaba hasta la baranda del viejo puente, donde graznaba hasta que sonaban las campanadas.

Se hizo costumbre en el pueblo que cada vez que se veía al extraño y diabólico pájaro, la gente se debía santiguar y orar para que se alejara del lugar.

Mitos de México sobre crímenes y ajusticiados

Estos mitos de México se fundamentan en el tema de la muerte, como base para despertar el interés del lector. Por lo general, la historia está cargada de mucho misterio, con actos crueles y macabros, acontecidos en extrañas circunstancias. Se maneja como herramienta esencial la superstición a la que se le adjudica un carácter sobrenatural.

El pacto de Juan Ruiz

Esta leyenda nos dice que en el camino a Tlamacas, cerca de Ciudad de México, se aparecía el diablo sobre una peña que está a la entrada de una cueva. En ese lugar se presentó un día Juan Ruiz, un hombre muy pobre buscando ayuda, e hizo un pacto con el diablo, que le hizo firmar con su propia sangre.

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Después de hacerlo, empezó a recibir la visita en su casa de un hombre muy elegante, quien, se decía, que venía periódicamente a traerle dinero. De ahí en adelante, Juan Ruiz se empezó a hacer rico, pero con el tiempo también comenzó a comportarse de manera muy extraña y siempre estaba nervioso.

Luego de gran insistencia de sus preocupados familiares para que les contara qué le pasaba, les confesó que debía pagar con su alma el pacto que había hecho con el demonio. Pero que además otros miembros de la familia también iban a tener que pagar, pues él los había involucrado en el pacto.

Al tiempo, Juan desesperado huyó al monte a cumplir con el diablo su pacto. Familiares y vecinos salieron en su búsqueda, llevando consigo ceras, palmas y agua bendita.

Casi lo alcanzaron cuando aún no había llegado a la peña maldita, pero cuando ya lo iban a atrapar, surgió una nube negra que les quitó visibilidad y al desvanecerse, ya Juan había logrado alejarse aún más.

Siguieron sus huellas, sin embargo, en un momento de la travesía se fijaron que una de las pisadas era humana y las otras de un macho cabrío. Más adelante se encontraron una de sus sandalias o huaraches, y ya en la cueva de la peña estaba la otra, pero las huellas de las pisadas ya no eran humanas, sino de una bestia.

A la entrada de la cueva, pegado en la peña, había un letrero escrito con sangre que textualmente rezaba: “Aquí en esta cueva se da de alta Juan Ruiz”. Con ello quedaron convencidos de que Juan había entregado su alma al diablo y ya no había más nada que hacer, por lo que la gente regresó al pueblo. Con el tiempo, la familia de Juan volvió a quedar pobre.

Cierto día en el Río de la Verdura, bordeado por la calle Xicoténcatl cerca del puente, de manera misteriosa, la corriente arrastró únicamente a los dos niños de Juan. El cuerpo de uno se pudo rescatar unas dos cuadras más abajo y al otro en el pueblo vecino, en la parte donde el río se ensancha.

La leyenda cuenta que varios de los familiares descendientes de Juan habrían muerto de manera trágica y en el pueblo se decía que fue porque así lo pactó él con el demonio a cambio de tener riqueza.

El callejón del beso

En esta historia se hace referencia a lo acontecido a doña Carmen, una bella doncella enamorada, pero que la tenían sometida. Ella era hija única de un padre muy celoso, prepotente, intransigente y violento, pero como dice la gente, cuando hay amor verdadero, este siempre triunfa a pesar de todas las vicisitudes que se presenten.

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Doña Carmen estaba profundamente enamorada de don Luis, con quien solía verse en un templo cercano al hogar de la joven. Cuando los descubrieron, la mantuvieron bajo encierro con la amenaza de enviarla a un convento, o peor aún, enviarla a casarse a España con un rico viejo aristocrático, lo que por supuesto convenía al interesado padre de esta, pues le permitiría mejorar su deteriorada hacienda

Doña Carmen lloró desconsoladamente e imploró apoyada por doña Brígida, su dama de compañía, para que no la sometieran a semejante castigo. Acordaron entre ambas que doña Brígida le llevara una carta don Luis diciéndole el cruel castigo que le querían imponer.

Al enterarse, el joven enamorado no atinaba a dar con una solución a tan cruel situación. De pronto hubo una que le pareció la más acertada. En la casa de doña Carmen había una ventana con un balcón que daba hacia un callejón tan angosto, que con un poco de esfuerzo se podía tocar con la mano la pared de la casa de al lado.

Don Luis pensó que si lograba entrar a esa casa podría ver y hablar con su amada, y así, entre los dos, buscar la solución. Indagando logró dar con el dueño, a quien se la compró a precio de oro, pero el fin bien lo valía. Muy grande fue la sorpresa de doña Carmen cuando al asomarse al balcón vio a tan corta distancia a su amor.

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Se hallaban tan concentrados en su amorosa conversación, que apenas oyeron al fondo de la pieza los airados reclamos de su padre increpando a doña Brígida, quien se jugaba la vida al no dejarle entrar a la alcoba de su señora.

De un fuerte empellón el padre tumbó a la protectora de doña Carmen, y con un puñal en la mano, se abalanzó sobre su hija clavándoselo en el pecho.

Don Luis no podía creer lo que veía, estaba completamente horrorizado, teniendo aún la mano de doña Carmen entre las suyas. Ante lo inevitable, don Luis solo pudo dar un tierno beso sobre la mano ya sin vida.

Este callejón existe en la ciudad de Guanajuato y es uno de los sitios más típicos y visitados, que fue bautizado como el callejón del beso.

Mitos de México

El Armado

Este mito da cuenta de la vida de un misterioso hombre que vivía en el callejón de Illescas, en Ciudad de México, capital del virreinato de la Nueva España a principios del siglo XVI. En la actualidad ese callejón se conoce como Calle Pedro Ascencio.

Este enigmático y reservado hombre era de pocas palabras y lo que siempre decía era: “Vaya usted con Dios”, Santas y buenas tardes tenga su merced”, o “Dios guarde a su persona”, para luego seguir su camino que, por lo general, iba desde el callejón donde vivía, pasaba por el sombrío callejón de Los Gallos, cruzando luego los pantanosos llanos y llegaba a Corpus Christi.

Allí se dirigía a las puertas del Convento de San Francisco y entraba con mucha postura para ir a postrarse ante el altar del Señor de Burgos.

Allí arrodillado daba prolongados gemidos de dolor con un llanto que le hacía rodar gruesas lágrimas que se podían ver entre la rejilla de hierro de su casco. Luego se inclinaba varias veces para besar el suelo, movimiento que hacía sonar la espada contra su armadura.

Mitos de México

Se quedaba un largo rato orando y gimiendo, pidiendo perdón sin que nadie lo perturbara para saber qué pecados expiaba. Transcurrido unos cuantos minutos se incorporaba y seguía hasta hallar la siguiente iglesia en donde repetía los mismos lloros y plegarias. Al comienzo causaba cierto miedo entre los lugareños por su extraña presencia, pero ansiosos por saber lo que escondía este hombre.

Con el tiempo le comenzaron a tener respeto y hasta lástima, considerándolo más bien un alma arrepentida de quién sabe qué cantidad de pecados cometidos, que lo habían hecho pagar esta penitencia por esas graves culpas.

Así, andando desde la Capilla del Señor de Burgos hasta cuantas iglesias podía ir hasta la medianoche, cuando se le veía recorrer los callejones de vuelta a su casa pasando por el de Arsinas, luego el de los Betlhemistas, el de La Celada, el de los Sepulcros, el de Santo Domingo y el de los Monasterios, hasta llegar y perderse en el callejón de Illescas.

Por su porte y vestimenta, la gente lo consideraba un caballero, pues se trataba de un atuendo negro de seda y astracán, que era un tejido de lana o de pelo de cabra, de asfodelo y paños.

Encima de este atuendo se colocaba la pesada armadura con su espada, la cual según la gente se trataba de una de un hidalgo caballero, más un puñal de misericordia que, según el protocolo, se solía usar en caso de duelo para terminar con la vida del adversario de una vez.

Mitos de México

Por varios años se le vio hacer este recorrido noche tras noche, cruzando callejones y plazuelas, sollozando en cada templo a los pies del Señor de Burgos. Le comenzaron, entonces, a llamar a este caballero misterioso como El Armado.

En su casa tenía como sirvienta a una mujer enclenque y áspera, a quien solo se le veía salir a hacer las compras de lo indispensable para el sustento diario y para ir misa en la iglesia de la Concepción, pero jamás nadie se atrevió a preguntarle nada y tampoco se supo nunca su nombre ni el de su amo El Armado.

Una vez se corrió el rumor de que era un conocido caballero, que en su juventud tuvo un mal proceder y que había violado mujeres, traicionado esposos, maltratado indios y engañado a encomenderos a fin de poder servirse de los indígenas.

En definitiva, parecía que llevó una vida desvergonzada de la cual estaba arrepentido y, por ello, la penitencia que ahora purgaba pidiendo perdón en los todos los templos que podía.

Cierto día a la vuelta de las compras, la achacosa sirvienta encontró a su amo colgado de uno de los ventanales de la espléndida casa de piedra y cantera y amplios balcones enrejados.

Espantada, la vieja salió corriendo a buscar a la justicia, presentándose inmediatamente en la casa alguaciles y guardias, quienes bajaron el cuerpo sin vida de El Armado y pudieron verle a través de la rejilla del casco el demacrado rostro lloroso y aún triste. En la empuñadura de su espada de caballero se podía leer la palabra “paz” con dos estrellas.

En la suntuosa casa se hallaron grandes y pesadas alforjas repletas de oro y plata. También se encontraron cofres con joyas, obras de arte y ostentosos objetos de un gran señor, sobre quien la justicia nunca pudo precisar su identidad.

Años después de ese suceso e incluso a principios de siglo, cuentan las personas que al pasar tarde en la noche por la ruinosa casona se podía ver a El Armado colgado de los barrotes y los valientes que se atrevían a acercarse decían que podían escuchar sus gemidos y ver por entre la rejilla del casco las lágrimas de pena.

Nunca se supo el nombre del hombre, pero la gente bautizó al callejón como el Callejón de El Armado, en memoria de tan escalofriante suceso.

Mitos de México sobre tesoros y bandoleros

Los mitos de México sobre tesoros son los referidos al deseo de muchas personas de alcanzar riqueza a partir de supuestos tesoros escondidos, lo que los lleva a emprender una búsqueda incesante que les hace vivir penurias, lo que en muchas ocasiones les conduce al fracaso.

El Tesoro de la peña del Valle de Bravo

Por generaciones se ha hecho famosa la historia de que en la peña del Valle de Bravo hay un tesoro enterrado. Ello se remonta a la época de la guerra de independencia, cuando los insurgentes se daban a la tarea de perseguir y dar muerte a los españoles dueños de fabulosas riquezas, extensos terrenos y ricas minas de oro y plata.

En específico en el Valle de Bravo, vivían unos adinerados españoles que temían ser atacados por los terribles guerrilleros, por lo que decidieron abandonar la Nueva España y regresar a su patria, pero antes de partir sepultaron sus riquezas en la peña del Valle.

Después de la Independencia y cuando ya el país funcionaba aparte de España, aquellos españoles que enterraron sus fortunas, enviaron a México dos emisarios de confianza para buscar en la población del Valle la peña en la que estaba dicho tesoro. Como referencia para que lo ubicaran sin problemas, les dijeron que tenía un gran clavo.

Tan pronto los emisarios españoles llegaron a México, se dirigieron al pueblo del Valle y ya en la peña empezaron a buscar con gran afán la fortuna oculta, que nunca encontraron, pues no hallaron el enorme clavo que le habían dado como señal.

Por ello, la gente dice con seguridad que en la peña del Valle de Bravo aún se encuentra oculta la gran riqueza que dejaron los españoles.

Peña de Valle de Bravo

Los bandidos de Agua Zarca y su tesoro

En esta historia se narra lo acontecido cerca del pueblo de Otzoloapan, en la jurisdicción del Valle de Bravo, Estado de México, específicamente en el barranco que baja al rancho de Agua Zarca, que se dice que pasó por el año de 1880.

Se trata de la historia de una banda de ladrones que a lomo de mulas transportaban joyas y onzas de oro y plata robadas a varias víctimas en Temascaltepec.

Los ladrones estaban siendo perseguidos por las autoridades, las cuales ya tenían su rastro. Como sentían que ya estaban perdidos, los bandidos decidieron descargar las mulas de las pesadas alforjas y las escondieron en una cuerva del barranco cerca de Agua Zarca, que taparon con tierra, con la idea de volver después y desenterrar el tesoro.

Así, más ligeros de peso, los ladrones podían cabalgar más rápido y escaparse de sus perseguidores.

Sin embargo, la suerte no estaba de su lado, pues fueron alcanzados matándolos a todos. Los alguaciles, luego de identificar debidamente los cadáveres, los revisaron a todos y a sus pertenencias. Encontraron que no estaba nada de lo robado.

Sin embargo, los agentes de la justicia presentían que lo habían ocultado en el barranco que baja de Agua Zarca, porque el resto del camino era todo plano como para esconderlo allí. Se hizo una intensa búsqueda, pero todo fue en vano, pues nada se encontró.

Después de unos cuantos años de aquel suceso, en la memoria popular quedó grabado el mismo y de generación en generación se ha ido repitiendo. Sobre todo las personas más ancianas estaban absolutamente convencidas de que el tesoro aún seguía ahí sepultado.

Entre esas personas buscadoras se encontraban tres personajes sumamente interesados. Ellos eran Antonio Sánchez y Juan Hernández, que venían de San Martín Otzoloapan, y Rafael Flores, oriundo de Valle de Bravo.

En virtud de la certeza que tenían de la existencia de esas riquezas en la barranca de Agua Zarca, decidieron ir a buscarlo. Invitaron a Primo Castillo del Valle de Bravo, hombre arrojado a emprender cualquier proyecto que él sintiera que valía la pena.

Ya teniendo todo listo para la partida, se fueron entonces hasta Agua Zarca, para trazar los planos del lugar y repartirse las tareas. Comenzaron a escarbar en un sitio seguro, cuando de repente comenzaron a escuchar unos quejidos que provenían de la tierra.

El que primero los oyó fue Primo Castillo, quien fue a decirle a los demás. Todos salieron corriendo espantados y acobardados. No obstante, insistieron dos veces más, pero en ambas ocasiones volvieron a oír los espeluznantes quejidos insistentemente y no se podían concentrar en el trabajo. Comenzaron a creer que el diablo se había apoderado de esas riquezas y no iba a dejar que se las llevaran.

En otra nueva ocasión, a Antonio Sánchez se le ocurrió, llevar un rosario bendito colgado en el cuello para que el demonio lo dejara tranquilo y poder trabajar en paz.

Pero fue inútil, pues Sánchez sintió que se le aproximó un hombre que apareció de la nada, lo saludó y le arrancó el rosario, desapareciendo. Nuevamente salieron todos despavoridos del lugar. Sin embargo, persistieron, pues era mayor la avaricia por tener las riquezas que el miedo que les producía el demonio.

Volvieron, entonces, al barranco, pero esta vez se les presentó algo sumamente extraño, que los trastornó. Era un mono negro con un sombrero muy grande para su cabeza, el cual se les acercó riendo a carcajadas.

Los hombres pensaron que era el diablo, por lo que Sánchez, que era el más religioso de todos, comenzó a rezar la oración del Magnificat, que hizo que el mono se desapareciera, pero solo por un momento, pues volvió a salir en otro sitio.

Los hombres, ya desquiciados por el terror, huyeron despavoridos y no volvieron nunca más.

La mulata de Córdoba

La enigmática vida de una mujer solitaria hizo que la gente la destacara como la “Mulata” de Córdoba, población al sur de Veracruz, pues su existencia transcurría en tan extrañas circunstancias que causaban no solo curiosidad, sino el asombro de los lugareños, que murmuraban sin cesar.

Esta “Mulata” era una hermosa mujer, de quien no se sabía su edad verdadera, pues a pesar de que pasaban los años, ella mantenía su belleza e incluso parecía aumentar su lozanía con el tiempo. Así también se hablaba de que era una mujer muy piadosa y muy recatada, con talento y gracia.

Tenía muchos pretendientes que la merodeaban, pero ninguno tuvo éxito con ella, aun cuando eran hombres de buena posición y galanes envidiables. Los lugareños no dejaban de hacer conjeturas de la férrea resistencia de tan bella dama, atreviéndose unos a señalar que ella había vendido su alma al diablo.

Esta fue la explicación más viable que encontraron para entender los misterios de la extraña “Mulata”, así como misteriosa era su inmarchitable belleza, su reservada vida y, en específico, la procedencia de su fortuna, ya que vivía en una suntuosa casa rodeada de lujos. Pero nadie nunca supo de dónde le venían tan abundantes recursos.

Más aún, todos coincidían en que para ella nada era imposible, todo le salía bien. A ella le solicitaban su opinión tanto los enamorados y esposos celosos, como las mujeres que no conseguían maridos, ni siquiera amantes. Ella les daba el oportuno consejo o consuelo e incluso hubo ocasiones en que les pronosticaba lo que les deparaba el destino.

En cuanto a los pobres, les procuraba apoyo y proporcionaba algo de bienes. Por tal motivo, era muy admirada. Muy pronto la asociaron con poderes sobrenaturales y, se extendió el refrán “¿Y tú crees que soy la “Mulata” de Córdoba?” si a alguien se le pedía algo que estaba más allá de sus posibilidades.

Sin embargo, a pesar de tanto poder, ella mostraba también mucho desinterés y desapego, lo que llevó a los pueblerinos a rumorear que ella era una bruja.

Era una época en la que la fama y el poder de alguien no podía pasar desapercibido por mucho tiempo, por lo que muy pronto los emisarios del Tribunal de la Inquisición se apersonaron en la casa de la “Mulata” y se la llevaron detenida, lo cual no encajaba con sus poderes adivinatorios, que no le advirtieron de que esto le pasaría.

Para llevársela, la encadenaron y encerraron en una jaula que la trasladaría a la capital, y hasta el mismo calabozo llegó la curiosidad complacida del pueblo insensible, que la miraba al pasar enjaulada a esa imperturbable mujer, que aún mostraba gran serenidad, cuando iba a un destino trágico y, tal vez, injusto.

El juicio se prolongó por mucho tiempo y la primera decisión tomada fue confiscarle todos los bienes. Luego de la revisión de la causa de su acusación, se le sentenció y condenó con auto de fe, para que en acto público abjurara de sus pecados y se arrepintiera, antes de ser quemada en la hoguera. Finalmente, se planteó también que junto a ella fueran ejecutados muchos otros brujos, herejes y hechiceros.

Ya se había preparado todo para celebrar el acto de fe en la Plaza Mayor, en el Quemadero. No obstante, la “Mulata”, para no defraudar a los que sostenían sus acusaciones de brujería, les dio en último momento la razón.

El día previo a la celebración del auto de fe, entró muy temprano a su celda el carcelero para darle el desayuno y la encontró como siempre serena. Vestía para ese momento un lindo traje de tela fina, largo hasta los pies, se colocó ricas joyas con las cuales resaltaba su hermosura.

Saludó al carcelero y le enseñó un barco que estaba dibujado en la pared, cuyas velas ya estaban desplegadas por un viento constante. También se mostraba allí el mar fuerte y sonoro.

La “Mulata” se aproximó  a la pared se levantó la falda y con mucha delicadeza y donaire saltó al barco, despidiéndose del estupefacto carcelero desde la borda.

De pronto el buque se desprendió del muro y comenzó a avanzar despacio hasta perderse en la lejanía. Al final solo se veía un pañuelo blanco que ondeaba a lo lejos diciéndole adiós al vigilante, que pasmado no podía ni hablar.

Importancia de los mitos

El mito como herramienta de expresión de costumbres y tradiciones es un rasgo común empleado por la civilización mexicana. Veamos cuán importante son estos mitos de México para esta cultura.

Primeramente podemos decir que surge por esa profunda necesidad de transmitir su mensaje, tal vez un poco distorsionado de su realidad, para plasmar sus aspiraciones morales.

En segundo lugar, los mitos les permiten fortalecer sus creencias, salvaguardando sus principios que se reflejan a través de sus ceremonias rituales.

En tercer lugar, para los aztecas e incluso para el hombre actual, los mitos de México le han permitido desplegar su actividad creadora mediante la cual han podido modelar imaginariamente el mundo según sus principios y creencias a partir de fuerzas sobrenaturales.

Todos estos mitos de México le han proporcionado la opción a esta civilización de crear un mundo ideal mediante dioses, con todas las facilidades naturales necesarias para subsistir, así como las habilidades para manipularlas mediante la cosecha, pesca y caza, con lo cual se pueden alimentar y comportar.

Muchas de estas culturas han ido desapareciendo, sin embargo han dejado un gran legado en los mitos de México, como en las leyendas que nos ilustran sobre su forma de ver el mundo y que de alguna manera se reflejan en la cultura mexicana actual. Si le ha gustado el contenido de este artículo, no deje de leer sobre Mictlán.

Actualizado el 25 junio, 2021